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domingo, 1 de abril de 2012

Maestro



No comprende tal vez el niño el lenguaje de esa mirada inescrutable, pero desde hace dos meses repite las visitas como si se tratara de un viejo ritual. La casualidad y el aburrimiento de dos soledades distintas los ha reunido una tarde cualquiera. Esteban es un chico diferente del resto de sus compañeros. Se aísla con frecuencia, y la maestra se preocupa por sus distracciones y sus fantasías reiteradas. Ha hablado con sus padres la semana anterior, pero no ha obtenido respuesta a su inquietud. Esteban fue siempre así, muy reconcentrado; son varios hermanos y cada uno reclama su tiempo y su interés, y ellos hacen lo posible por complacer a todos. Es la verdad.
El hombre de la gorra lo mira fastidiado. ¿Qué hace ese niño todos los días en el mismo lugar? ¿No se aburre de mirar siempre lo mismo? Esteban hace gestos y ademanes, el día anterior lo sorprendió tratando de forzar la cerradura con un compás, quería entrar, sin duda, porque lo vio trepando, pero no pudo atraparlo, salió corriendo... Ese niño no tiene límites, se burla de todo, se ve que nadie lo controla... La gente murmura en voz baja con expresión de pena: ¡Un chico tan lindo! ¡Qué lástima! Esteban sonríe, se ríe a carcajadas, salta de alegría, ajeno al mundo que resbala por sus ojos como un manchón opaco, sin atractivo. Ahora han quedado solos frente a frente: no hay señales del hombre que lo reta, y los curiosos se han alejado pensativos, discretamente apenados. ¡Se ven tantas cosas! Hay que borrar las imágenes tristes. La vida es así. No imaginarán nunca, seguramente, que ese chico no es un rebelde ni un payaso. 
Cae la tarde. Un sol tibio acaricia las copas de los árboles y el rostro de este niño que habla en voz alta y gesticula. La brisa arrastra frases entrecortadas, muchas interjecciones. Esteban saca una manzana de su mochila y la eleva a la altura de los ojos. Abre la boca y pronuncia sílabas. No hay respuesta. El deseo del otro es demasiado viejo. Hay demasiados fracasos y tentativas frustradas en su vida. La manzana desaparece de sus manos. Va y viene como si fuera una pelota de ping pong hasta que se torna invisible. Pero no es esto lo que busca Esteban e insiste con lentitud, con tenacidad y aguarda. ¿Ha escuchado algo quizás? Tantos sonidos distintos y el susurro de las hojas y el viento. Es tarde, tiene que irse, toma los útiles y repite por última vez la palabra mágica. Entonces el otro, el de la jaula, el bello orangután prisionero exclama claramente, triunfalmente y con sonoridad : A-mi-gos.










                                                          

2 comentarios:

  1. Cada uno reclama sus tiempos y sus intereses. Esteban tiene otros intereses y más alla de los murmuros, fastidios y opiniones de la gente, insiste con tenacidad y paciencia para lograr su objetivo.

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  2. Muchas gracias, Mechi, me alegra tu lectura y comentario.

    May

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